Artículo extraído del BOLETÍN MENSUAL. SANTA GEMA. NÚM. 647. FEBRERO 2012. PARROQUIA SANTA GEMA.
En este mes de Febrero (en el lunes 27 de Febrero) se celebra en la Iglesia la fiesta de san Gabriel de la Virgen Dolorosa. Un joven italiano que nació en Asis y por eso le bautizaron sus padres con el nombre de Francisco. Gabriel se llamó después, cuando ingresó en un convento pasionista.
El chico, además de rico, era inteligente, guapo, hijo del gobernador de Spoleto, donde residía la familia.
Tenía, como tú y yo, hambre de felicidad profunda. Los aplausos, cuando interpretaba alguna obra de teatro(y lo hacía muy bien), tampoco le llegaban al alma. Ni los halagos, ni las calificaciones altas de los maestros de escuela o de los profesores de universidad.
Salió un día a la calle porque en el pueblo se honraba a la Virgen y ésta recorría las calles en procesión. Francisco la vió venir, y antes de decirle nada, fue Ella la que adelantó la pregunta. Una pregunta directa al corazón, no a los oídos:
"Francisco, ¿qué haces tú aquí? Has nacido para cosas más altas". Y el chico, según cuentan, no se lo penso dos veces. Lo dejó todo y pidió a los padres pasionistas (los religiosos más austeros por aquel tiempo) permiso para ingresar en su convento.
Allí cambió de vida y de nombre. Todo porque supo escuchar. Algo que para lo que la mayoría de nosotros no encontramos tiempo. Incluso cuando rezamos nos lo decimos todo. No hemos llegado al banco de la Iglesia que solemos ocupar y ya estamos pidiendo. Sería mucho mejor que al tomar el agua bendita con la punta de los dedos a la entrada del templo le dijéramos a Dios: "Habla, Señor, que tu siervo escucha".
Porque supo escuchar, aquel hijo de todo un gobernador serio de Spoleto, sintió que merecía la pena entregarse de lleno al Señor y convertirse sencillamente en Sonrisa de Dios.
Cuando aquel día Moisés habló al pueblo, el pueblo de Dios, comenzó así su discurso: "Escucha Israel".
Somos pródigos en palabras. Incluso cuando hablamos con Dios nos lo decimos todo. Quizás por eso abundan entre nosotros las caras largas, los rostros duros. Dime a quién escuchas y te diré quien te pareces. Porque también la Virgen María escuchó al ángel y después comentó: "Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios".
Señor, ciérrame de momento los labios y ábreme de par en par los oídos.
Es cuestión de escuchar
Virgen Dolorosa/ Escudo Pasionista/ San Gabriel de la Dolorosa. |
El chico, además de rico, era inteligente, guapo, hijo del gobernador de Spoleto, donde residía la familia.
Tenía, como tú y yo, hambre de felicidad profunda. Los aplausos, cuando interpretaba alguna obra de teatro(y lo hacía muy bien), tampoco le llegaban al alma. Ni los halagos, ni las calificaciones altas de los maestros de escuela o de los profesores de universidad.
Salió un día a la calle porque en el pueblo se honraba a la Virgen y ésta recorría las calles en procesión. Francisco la vió venir, y antes de decirle nada, fue Ella la que adelantó la pregunta. Una pregunta directa al corazón, no a los oídos:
"Francisco, ¿qué haces tú aquí? Has nacido para cosas más altas". Y el chico, según cuentan, no se lo penso dos veces. Lo dejó todo y pidió a los padres pasionistas (los religiosos más austeros por aquel tiempo) permiso para ingresar en su convento.
Allí cambió de vida y de nombre. Todo porque supo escuchar. Algo que para lo que la mayoría de nosotros no encontramos tiempo. Incluso cuando rezamos nos lo decimos todo. No hemos llegado al banco de la Iglesia que solemos ocupar y ya estamos pidiendo. Sería mucho mejor que al tomar el agua bendita con la punta de los dedos a la entrada del templo le dijéramos a Dios: "Habla, Señor, que tu siervo escucha".
Porque supo escuchar, aquel hijo de todo un gobernador serio de Spoleto, sintió que merecía la pena entregarse de lleno al Señor y convertirse sencillamente en Sonrisa de Dios.
Cuando aquel día Moisés habló al pueblo, el pueblo de Dios, comenzó así su discurso: "Escucha Israel".
Somos pródigos en palabras. Incluso cuando hablamos con Dios nos lo decimos todo. Quizás por eso abundan entre nosotros las caras largas, los rostros duros. Dime a quién escuchas y te diré quien te pareces. Porque también la Virgen María escuchó al ángel y después comentó: "Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios".
Señor, ciérrame de momento los labios y ábreme de par en par los oídos.
No dejo de impresionarme cada vez que leo sobre este santo. Hace muy pocos días cayó una breve biografía en mis manos. No sabía que días después me encontraría con su fiesta. ¡Todo un regalo!
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias por pasarte jefe!
Eliminar¡Qué belleza de Vida!
ResponderEliminarA veces (muchas veces) le pregunto al Padre: "¿Por qué es que estás tan callado? ¿Por qué es que no me decís nada?" Y es que resulta que no es que no me hable, sino que yo hablo demasiado y no escucho...
Pido también el poder cerrar los labios y abrir de par en par los oídos!
~ Que yo disminuya para que Él crezca. ~
O quizás dentro de las películas que nos montamos, con nuestros miedos y egoismos, no queremos escuchar a Dios.ñ. Por si nos pide algo más.
ResponderEliminarSan Gabriel de la Dolorosa era un chico estupendo. Fascinado como tantos por el mundo, pronto se dio cuenta que todo era vacuo, revestido de vanidad sin Dios. Murió joven, por eso es Patrón ( junto con otro santo que ahora no recuerdo) de la juventud en Italia.
Que nuestro Hermano mayor en la fe, San Gabriel de la Dolorosa ruegue por nosotros!