domingo, 13 de enero de 2013

Jesús la caña quebrada no la partirá


Que mi vivir sea hacer el bien con la fuerza de tu Espíritu, Señor Jesús

Isaías  42: 1 - 4, 6 - 7

1He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará ley a las naciones.
2No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz.
3Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará. Lealmente hará justicia;
4no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho, y su instrucción atenderán las islas.
6Yo, Yahveh, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes,
7para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas.

En cambio que empeñados estamos nosotros, por nuestra fragilidad y pecado, en juzgar a los demás. La perfección es no juzgar como dice nuestro Señor. Pero, para no desesperar yo opino que debido a nuestra tendencia a juzgar a los demás hasta que alcancemos la perfección de no hacerlo, que juzguemos desde la caridad.

Somos responsables de las personas que conviven con nosotros. Podemos hacer mucho bien o mucho mal dependiendo de nuestra actitud ante la vida. Sobre todo si saben que somos cristianos, se nos mirará con lupa. 
Al hilo de la tentación constante de juzgar a los demás una vez que empiezas a caminar en la fe y vives con pasión una nueva vida, me gusta recordar una anécdota de Juan Pablo II. Ese gigante de Jesús, ese santo en la tierra, se encuentra a un antiguo compañero suyo seminarista pidiendo en la puerta de una Iglesia. Cuando lo reconoció pidió hablar con él en privado. Una vez que estuvieron a solas, el beato Juan Pablo II le pidió que le confesara a él. Claro, el antiguo seminarista que por diversos problemas de la vida había caído en la mendicidad y en muchos problemas, se tuvo que quedar atónito. El Papa insistió y se confesaron mutuamente. Ese acto realmente inspirado por el Espíritu Santo, fue más fuerte que un abrazo, pues supuso darle una oportunidad nueva. Fue una imitación perfecta de Cristo, levantándolo de su caída bajándose él mismo. Bien pudo el papa darle una limosna y calmar su conciencia, o invitarle a comer y ser condescendiente, sentir lástima. Pero a caso el Buen Pastor, ¿no deja a las 99 ovejas y busca a 1 que está perdida?. De hecho al final le rehabilitó, confiando de nuevo en él, dándole la Parroquia donde precisamente pedía.
¿Cuántas veces al juzgar rompemos a la caña quebrada? Pues eso no es cristiano... No podemos caer en el desaliento, en la desesperanza que no podemos cambiar nada... Sí que podemos... se pueden hacer tantas cosas y aun en lo que no podamos, siempre, siempre podremos rezar. Que realmente es donde en la oración se gesta el cambio.

Que nosotros no veamos los brotes verdes de haber "sembrado" no significa que no estén ahí. Como todo, es cuestión de fe, de esperar en el Señor. Él todo lo puede, nosotros no.



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