sábado, 31 de marzo de 2012

Acompañemos a la Virgen Dolorosa.


Nunca nos olvidemos de los dolores de la Virgen Maria en la Pasión. Nuestros pecados hicieron que sufriera Nuestro Señor terriblemente y su Santa Madre...
¿ Acaso no hay dolor más fuerte que una madre contemple, desgarradora imagen, como su hijo muere en tan terribles penas de cuerpo y de alma?
¿ Acaso no meditais que a cada desgarro, caída, temblor, dolor, sufrimiento, llaga abierta... la Virgen no sufría como en carne propia el dolor de su amado hijo?
¿ Acaso el ya de por sí, inimaginable dolor de Cristo, no podemos aun comprender que el era inocente y que murió por todos nosotros?

Nadie le arrebató su Vida, Él la entregó. Y la Virgen le acompañó desde la Cruz en cada latido, en cada ahogo, en cada temblor de muerte, en cada horror y sufrimiento. Y no sólo eso, sino que acogió entre sus brazos el Cuerpo inerte de su amado hijo. ¿Acaso no hay dolor mayor que este?
Que no sea en vano. Reflexiona cada dolor. Cristo no nos pide nada que no haya vivido Él antes.



1.Versión latina medieval3
Stabat Mater dolorosa
Iuxta crucem lacrimosa,
Dum pendebat filius.
Cuius animam gementem
Contristantam et dolentem
Pertransivit gladius.
2.
O quam tristis et afflicta
Fuit illa benedicta
Mater unigeniti
Quae maerebat et dolebat.
Et tremebat, cum videbat
Nati poenas incliti.
3.
Quis est homo qui non fleret,
Matrem Christi si videret
In tanto supplicio?
Quis non posset contristari,
Piam matrem contemplari
Dolentem cum filio?
4.
Pro peccatis suae gentis
Jesum vidit in tormentis
Et flagellis subditum.
Vidit suum dulcem natum
Morientem desolatum
Dum emisit spiritum.
5.
Eja mater fons amoris,
Me sentire vim doloris
Fac ut tecum lugeam.
Fac ut ardeat cor meum
In amando Christum Deum,
Ut sibi complaceam.
6.
Sancta mater, istud agas,
Crucifixi fige plagas
Cordi meo valide.
Tui nati vulnerati
Tam dignati pro me pati,
Poenas mecum divide!
7.
Fac me vere tecum flere,
Crucifixo condolere,
Donec ego vixero.
Juxta crucem tecum stare
Te libenter sociare
In planctu desidero.
8.
Virgo virginum praeclara,
Mihi jam non sis amara,
Fac me tecum plangere.
Fac ut portem Christi mortem,
Passionis eius sortem
Et plagas recolere.
9.
Fac me plagis vulnerari,
Cruce hac inebriari
Ob amorem filii,
Inflammatus et accensus,
Per te virgo sim defensus
In die judicii.
10.
Fac me cruce custodiri,
Morte Christi praemuniri,
Confoveri gratia.
Quando corpus morietur
Fac ut animae donetur
Paradisi gloria.
Amen.
1.Traducción literal4
Estaba la Madre dolorosa
junto a la Cruz, llorosa,
en que pendía su Hijo.
Su alma gimiente,
contristada y doliente
atravesó la espada.
2.
¡Oh cuán triste y afligida
estuvo aquella bendita
Madre del Unigénito!.
Languidecía y se dolía
la piadosa Madre que veía
las penas de su excelso Hijo.
3.
¿Qué hombre no lloraría
si a la Madre de Cristo viera
en tanto suplicio?
¿Quién no se entristecería
a la Madre contemplando
con su doliente Hijo?
4.
Por los pecados de su gente
vio a Jesús en los tormentos
y doblegado por los azotes.
Vio a su dulce Hijo
muriendo desolado
al entregar su espíritu.
5.
Ea, Madre, fuente de amor,
hazme sentir tu dolor,
contigo quiero llorar.
Haz que mi corazón arda
en el amor de mi Dios
y en cumplir su voluntad.
6.
Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.
De tu Hijo malherido
que por mí tanto sufrió
reparte conmigo las penas.
7.
Déjame llorar contigo
condolerme por tu Hijo
mientras yo esté vivo.
Junto a la Cruz contigo estar
y contigo asociarme
en el llanto es mi deseo.
8.
Virgen de Vírgenes preclara
no te amargues ya conmigo,
déjame llorar contigo.
Haz que llore la muerte de Cristo,
hazme socio de su pasión,
haz que me quede con sus llagas.
9.
Haz que me hieran sus llagas,
haz que con la Cruz me embriague,
y con la Sangre de tu Hijo.
Para que no me queme en las llamas,
defiéndeme tú, Virgen santa,
en el día del juicio.
10.
Cuando, Cristo, haya de irme,
concédeme que tu Madre me guíe
a la palma de la victoria.
Y cuando mi cuerpo muera,
haz que a mi alma se conceda
del Paraíso la gloria.
Amén.

Salud empeorada...Recemos por el cardenal Aponte Martínez


Hermanos, Paz y Bien a todos ustedes.
Esta noticia fue publicada hoy en el diario sanjuanero, El Nuevo Día:
Recae el cardenal Aponte Martínez
Su médico de cabecera dice que no pasó la noche bien y ya no está tan alerta

La salud del cardenal Aponte Martínez continúa deteriorándose. (END/Archivo)
Por Gloria Ruiz Kuilan/gruiz@elnuevodia.com
La salud del cardenal Luis Aponte Martínez volvió a decaer anoche, informó su médico de cabecera, Ricardo Martínez Durán.
"Anoche volvió a decaer un poco más. Tuvo otra recaída. Ya no está tan alerta. No está respondiendo mucho a los que están con él. Pero él ha estado en estas alta y bajas anteriormente. Hay que ver", dijo Martínez Durán.
A su lado se mantiene su asistente y secretaria, Miriam Ramos y una de sus hermanas, señaló el galeno.
Aponte Martínez se mantiene recluido en el Hospital Auxilio Mutuo, originalmente, por una taquicardia supraventricular. El prelado cumplirá en agosto 90 años.
Comentario. El Cardenal Luís Aponte Martínez es un insigne puertorriqueño, el prelado y clérigo de más relevancia en nuestra historia. Ahora se encuentra en la antesala de la Casa del Padre.
El momento de su partida solo lo conoce Dios, pero creo que no está de más orar esta oración por nuestro Cardenal de un modo general.
Oración por los agonizantes al Sagrado Corazón de Jesús
¡Oh misericordioso Jesús, abrasado en ardiente amor de las almas!
Te suplico por las agonías de tu sacratísimo Corazón y por los
dolores de tu inmaculada Madre, que laves con tu sangre a todos los
pecadores de la tierra que estén ahora en la agonía y tienen que
morir hoy. Amén.
Corazón agonizante de Jesús, ten misericordia de los moribundos.
Letanías del Sagrado Corazón de Jesús ¤
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la
Virgen Madre ,(R: ten piedad de nosotros).
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios, (R).
Corazón de Jesús, de majestad infinita, (R ).
Corazón de Jesús, santuario de la divinidad, (R ).
Corazón de Jesús, templo de la Santísima Trinidad, (R ).
Corazón de Jesús, abismo de sabiduría, (R ).
Corazón de Jesús, casa de Dios, puerta del Cielo, (R ).
Corazón de Jesús, silla de la grandeza y de la majestad de Dios, (R ).
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, (R ).
Corazón de Jesús, que reposas entre los lirios, (R ).
Corazón de Jesús, océano de bondad, (R ).
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, (R ).
Corazón de Jesús, trono de misericordia, (R ).
Corazón de Jesús, tesoro que no se agota jamás, (R ).
Corazón de Jesús, magnífico con los que te invocan, (R ).
Corazón de Jesús, de cuya plenitud hemos sido enriquecidos, (R ).
Corazón de Jesús, modelo de todas las virtudes, (R ).
Corazón de Jesús, infinitamente amable e infinitamente bueno, (R ).
Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad, (R ).
Corazón de Jesús, objeto de las complacencias del Padre celestial,(R ).
Corazón de Jesús, hostia viviente, Santa y agradable a Dios, (R ).
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, (R ).
Corazón de Jesús, lleno de amargura por nuestra causa, (R ).
Corazón de Jesús, triste hasta la muerte en el jardín de los Olivos,(R ).
Corazón de Jesús, saciado de oprobios, (R ).
Corazón de Jesús, herido de amor, (R ).
Corazón de Jesús, obediente hasta morir en la cruz, (R ).
Corazón de Jesús, desangrado en la cruz, (R ).
Corazón de Jesús, traspasado por la lanza, (R ).
Corazón de Jesús, transido de dolor por nuestros pecados, (R ).
Corazón de Jesús, nuestra vida y nuestra resurrección, (R)
Corazón de Jesús, nuestra paz y nuestra reconciliación, (R )..
Corazón de Jesús, ultrajado en el Santísimo Sacramento de tu amor,(R ).
Corazón de Jesús, refugio de los pecadores, (R ).
Corazón de Jesús, fuerza de los débiles, (R ).
Corazón de Jesús, consuelo de los afligidos, (R ).
Corazón de Jesús, perseverancia de los justos, (R ).
Corazón de Jesús, salud y salvación de los que en Ti esperan, (R ).
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren (R).
Corazón de Jesús, dulce apoyo de tus adoradores, (R ).
Corazón de Jesús, delicia de todos los Santos, (R )
Corazón de Jesús, vocación de los religiosos y religiosas, (R )..
Corazón de Jesús, nuestra ayuda en las tribulaciones, (R ).,
Corazón de Jesús, protector de las familias que te invocan, (R ).
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten misericordia
de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
V. Jesús, manso y humilde de corazón,
R. haz nuestro corazón, semejante al tuyo.


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miércoles, 28 de marzo de 2012

Hora Santa de Antonio Mundarain.


Nota mía:
Debemos pues ser “receptivos con el texto” de la Hora Santa de Antonio Amundarain de 1936, para poder aprovechar lo mucho valioso que contiene, comprendiendo el contexto, el receptor y la finalidad con que está escrito:

1) Las receptoras originales de esta Hora Santa, son para Hermanas Consagradas pertenecientes a la Alianza de Jesús por María..
2) Probablemente nos choque algunas expresiones en desuso (“[…]comenzó a buscar arrimo”). Para ello hay que tener presente la época en que fue escrita.
3) Contexto histórico. Debemos tener presentes el asfixiante ambiente anticlerical de los convulsos años de preguerra civil en España, reflejados en esta Hora Santa, cuando mencionan las tristes profanaciones y desagravios de Tabernáculos. Además de una persecución a la Iglesia y sus miembros, a los fieles católicos laicos. Estos pasajes del texto nos pueden servir para meditar y compararlo a los ultrajes, sacrilegios e indiferencias que sufre Jesucristo, o la Iglesia Católica y los cristianos perseguidos de todo el mundo por su fe.

4) También el empleo de algunos términos nos pude llegar a sorprender, sino tenemos en cuenta sus otras acepciones menos conocidas pero claves para entender el texto en su magnitud:
-expansión.2. f. Acción de desahogar al exterior de un modo efusivo cualquier afecto o pensamiento. Expansión del ánimo, de la alegría, de la amistad.
-tedio.2. m. Fuerte rechazo o desagrado que se siente por algo.(Cuando encontremos tedio, no debemos de entenderlo como aburrimiento sino como la acepción anterior.)

5)Mes. Abril. No es atrevimiento o error ponerle una fecha a la Pasión de Nuestro Señor en esta Hora Santa, fechándola en el mes de abril. El verdadero sentido es facilitar un paralelismo entre el Jueves Santo auténtico con el correspondiente al que vive el lector. Facilitando un mayor recogimiento y devoción

Alianza de Jesús por María.

JUEVES SANTO
9 abril 1936

HORA SANTA

Para uso privado
De la A. J. M

Suplemento
de
“Lilium inter spinas”





INVITACIÓN

         ¡Hermanitas! Si en nuestra mano estuviera el poder reunir a todas en un solo templo, ¡con qué satisfacción y con qué interés os diéramos en esta noche memorable una piadora Hora Santa!
         Nunca, como en este año, hemos sentido tan vehemente anhelo de pasar con vosotras una horade Getsemaní, una hora de soledad, de inquietud y de dulce compañía con Jesús solitario y agonizante.
         No nos es posible hacerlos; pero sí nos es dejar correr a nuestra pluma y grabar sobre el papel la más vivas y sinceras expansiones de nuestro pobre corazón, para que en vuestra respectiva soledad, reunidas o solas, podáis recoger siquiera parte de lo que al oído más extensamente hubiéramos hablado a todas.
         Zumárraga, Fiesta de la Anunciación de 1936.
                            ANTONIO DE AMUNDARAIN.



Triste está mi alma hasta la muerte. (Mat. XXVI).


                                                                       Getsemaní

            Ha sonado la hora señalada en los decretos eternos; ni un minuto más ni un minuto menos… Jesús bruscamente interrumpe la tierna expansión que, después de la cena, tuvo con sus discípulos en el Cenáculo. “Surgite, dice, eamus hinc”, “Levantaos y vámonos de aquí”. Todos con el Maestro se levantan; ellos miran al Maestro y el Maestro, en pie, los mira y… vuelve a reanudar el hilo de la conversación. No puede separarse de sus queridos amigos, y sigue hablando. Los ve tristes, e insensiblemente se prolonga… Últimas palabras, últimos consejos, últimas revelaciones, últimas expansiones de su divino amante Corazón.
         Por fin salen…
         En dos o tres grupos, envueltos en sus mantos, los once, y a la cabeza Jesús, con paso acelerado atraviesan la Ciudad. Triste todos, todos en silencio e intensamente afectados por todo lo que acaban de ver y oír en el misterioso Cenáculo.
         Calles a media luz y silenciosas, caminos solitarios, Josafat, Cedrón, Olivete… La noche serena y fría de abril deja en silencio todos aquellos contornos; la luna vacilante con su luz mortecina, símbolo de una lenta agonía, permite ver apenas la senda, que por última vez va a recorrer el divino Nazareno.
         ¿Qué piensa Jesús…? ¿Y los que van con Él, Pedro y Juan? Poco hablaron en el trayecto, y ello fue sobre los inminentes acontecimientos, cuya revelación, una vez más los sumió en angustia y tristeza mayor…
         Pronto llegaron a la entrada del Huerto, en cuya puerta detúvose Jesús hasta que estuvieron allí todos, aun los más rezagados. Los miró…; le miraron. Los ojos divinos penetraron aquellos corazones, y ¡qué dolor!, aunque generosos en palabras, no los halla a todos en disposición de probar el cáliz amargo que les brinda; y, muy a pesar suyo, entre los elegidos tiene que hacer una nueva selección: Pedro, Santiago, Juan… ¡ninguno más!
         “Sentaos aquí, dice a los demás, mientras yo voy ahí y hago oración”
         Mandó se quedaran fuera del Huerto, porque los halló débiles y cobardes. Así dice Orígenes. Hasta el Cenáculo todos fueron fervorosos; al Huerto los más llegaron rezagados. En las delicias del Cenáculo todos se creían generosos y dispuestos; al iniciarse el camino del sacrificio, muchos vacilan y se acobardan; allí es probada la entereza del amor.
         ¡Qué amarga decepción para el Maestro! Los más, casi todos, se quedan fuera…
         ¡Qué desventura para ellos! ¡Quedan fuera del Huerto, en noche cerrada, sin Jesús…! ¡Sin Jesús! ¡En noche cerrada!... ¡Fuera del Huerto…!
         A todos invitó Jesús en el Cenáculo, y todos intrépidos salieron camino de Getsemaní; pero conforma iban acercándose, algunos primero y luego casi todos flaquearon, no mereciendo por eso entrar con Jesús.
         Los más esforzados, los más generosos y fieles hasta el último momento merecen esta distinción. Jesús separa a éstos; los llama con su nombre. Simón, Santiago, Juan; los acerca a su Corazón y… se aleja en la obscuridad entre los olivos. ¡Gran predilección la de estos tres amigos íntimos!
         ¡Gran predilección la tuya, hermanita amada! ¡Cuántas almas vulgares y frívolas, almas piadosas de rutina, almas seguidoras de Jesús hasta el Cenáculo de las consolaciones sensibles, han quedado fuera del Huerto santo, a donde tal vez el Señor las convidó un día, y, por falta de generosidad y amor bien probado, se quedaron fuera, sin Jesús!
         ¡Oh, hermanita! Si de veras lo eres y lo has probado con tu vida de hermanita, has sido elegida por Jesús con predilección. ¿Quedarás hoy, por tu frialdad y cobardía, fuera del Huerto de Getsemaní? ¿Amas a Jesús? ¿Quieres acompañarle en las tristezas y agonías del Huerto?... El te llama, es su voz angustiosa ¿la oyes? Que no se lleve una triste decepción, viendo tu poca generosidad, tu poco amor…
         ¡Oh Jesús! Son tus escogidas, las dos mil quinientas hermanitas de la Alianza, que te siguen esta noche, no sólo hasta el Cenáculo, sino hasta las tristes soledades de Getsemaní. Haz, Señor, que ninguna quede fuera del Santo Huerto. Tu gracia eficaz dispondrá sus corazones; ella las hará capaces de beber contigo el cáliz de las amargas agonías. Todas, Jesús, todas contigo adentro, a tu lado, a consolarte… (Pausa)


                                      Triste está mi alma

“Acabada, pues, la sacratísima cena, dice Fr. Luis de Granada, y ordenados los misterios de nuestra salud, abrió el Salvador la puerta a todas las angustias y dolores de su Pasión; para que todos viniesen a embestir sobre su piadosos Corazón, para que fuese crucificado y atormentado en el ánima, que lo fuese en su misma carne”.
Lo cual tuvo lugar en el mismo instante en que con sus tres amigos penetró en el interior de Getsemaní. Allí Jesús cerró la puerta a todos los consuelos, y la abrió a toda clase de mortales agonías y tristezas, y al momento sintió una terrible novedad.
De un paso a otro cambió su Corazón. Una ola de angustias y de terrores, de pavor y de espanto, de temor, miedo y tedio, de agonía y escalofrío de la muerte le envolvió cual furiosa tempestad.
         Los evangelistas son breves, pero muy expresivos en este paso doloroso de Jesús.
         “Comenzó, dice San Mateo, a contristarse y angustiarse vehementemente”. Es decir; era tal su tristeza y angustia, que casi quedaba exánime por la intensidad del dolor interior, lo cual significa San Lucas con la palabra más gráfica “agonía” y San Marcos como “tedio y pavor”.
         ¡Oh misterio! Jesús comenzó a estar triste, a temblar terriblemente asustado, a sentir pavor y espanto, a llenarse de tedio y de angustia. Y como solemos hacer todos, cuando estamos en este trance, comenzó a buscar arrimo en sus amigos íntimos, y, sin poder contener su profunda  tristeza, hizo aquella confesión de su flaqueza, que más parece propia de un desgraciado que de un Dios: “Mi alma está triste hasta la muerte”.
         Mira ahí, hermanita amada, a tu dulcísimo Señor pálido, débil, temblando, angustiado, sin fuerzas, casi sin vida. Y así agitado, oprimido el Corazón, respirando con fatiga, quiere desahogarse con sus amigos…: “Estoy triste, amigos míos, estoy tan triste, que muero de tristeza…” (Pausa)

                                        


Jesús está triste

         Entre los escombros todavía humeantes de más de cuarenta Sagrarios arrasados y profanados, nos parece escuchar este angustioso grito de Jesús agonizante: “Triste está mi Alma hasta la muerte”
         Lejos de su regalado Cenáculo, en la soledad fría y oscura de Getsemaní sentía Jesús el escalofrío de la muerte, y entre angustias incomprensibles se revelaba a sus amigos buscando consuelo.
         Bien vio entonces, multiplicado y acrecentado, el cuadro desolador de tantos Cenáculos convertidos en tristísimos Getsemanís.       
         Y el eco de aquellas angustiosas palabras se deja ahora oír tan amargo, tan triste y tan doloroso entre los ruinosos y calcinados muros, que ayer fueron devotísimos cenáculos y hoy son mansiones de desolación… ¡Tristes Getsemanís!
         ¡Oh, sí! Jesús está triste, y, al abandonar esas dulces mansiones donde hasta hoy vivió tan amado y tan regalado por almas escogidas, ha tenido que recordar su triste salida de Betania, de Jerusalén, del Cenáculo, repitiendo con acento desgarrador: “Mi alma está triste”.
         ¡Jesús está triste! Triste con la tristeza que reflejan esos venerados Santuarios, que fueron moradas de santos; esos vetustos templos, que fueron su Casa solariega; esos escondidos Sagrarios, que fueron el despacho de sus infinitas misericordias, destruidos hoy por salvajes incendiarios…
         ¡Jesús está triste…! Como lo están esas vírgenes enlutadas que, huyendo de las llamas, cruzan las calles, llorando su desamparo, y mendigando por caridad un hogar o un simple refugio.
         ¡Jesús está triste…! Y con Él están tristes esas niñas y jóvenes, que quedan en la encrucijada, en doble orfandad, abandonadas y tal vez en merced de la codicia criminal de hombres desalmados sin corazón y sin piedad…
         ¡Jesús está triste, muy triste…! Y te lo dice a ti, hermanita amada; a ti, la escogida de su Corazón, su predilecta, a quien, como a Simón, a Santiago y Juan, quiere revelar íntimamente los secretos de su despedazado Corazón. Para eso de una manera especial te ha convidado esta noche a esta Hora Santa,
Reparadora y consoladora para Él.
         ¡Jesús está triste…! Y el mundo insensato, insensible a las lágrimas de su Dios, ríe, goza y se divierte alegre, bailando tal vez sobre los escombros de un lugar profanado.
         ¡Jesús está triste…! Y tú, hermanita, ¿no lo estás con Jesús y por Jesús? ¿Qué haces? ¿Lloras? ¿Ríes? ¿Velas? ¿Duermes?
         ¡Oh, dulce y pobre Jesús…! También mi alma está triste y mi corazón llora. No quiero consuelos, mientras no te vea a Ti sonreír.
         Dame lágrimas de sangre para llorar las ruinas de un pueblo que fue tuyo, y hoy ciego, huyendo de Ti, lleva camino de su ruina y de su perdición. Aquí,
en este solitario Getsemaní, quiero contigo gemir y llorar tanta desventura y tanta desolación. (Pausa)


                            Por qué está triste Jesús

         Las tristezas de Jesús en Getsemaní obedecen a varias causas. Dice San Agustín que Jesús voluntariamente excitó en su alma los más tristes pensamientos y que más podían angustiarle y acongojarle.
         Vio, en primer lugar, su horrorosa Pasión en todo detalle; su imaginación se la representó vivísimamente con todas sus escenas, sus ignonimias, suplicios y dolores.
         Veía perfectamente todos los instrumentos que iban a atormentar su cuerpo, y sentía ya en sus miembros su violencia y su peso.
         No esperó, dice San Gregorio Niseno, el ímpetu de los Judíos, sino que, por especial genero de sacrificio, se adelantó a sufrir uno por uno, por la viveza de su imaginación, toda la serie de horrores y afrentas, las cuales estampó violentamente en su Corazón, para abrazar ahora, a la vez, lo que después había de sufrir sucesivamente.
         Dieciséis horas  de horroroso martirio, y lo que en la sucesión de los siglos había de tramarse contra Él, todo cayó en un solo punto, vivísimamente presente, sobre su Divino Corazón.
         Allí desfilaron los verdugos inhumanos, los falsos testigos, los jueces injustos, los amigos apóstatas, los perseguidores de su Evangelio y de su Iglesia y los sacrílegos y profanadores del Santuario… ¡Que cuadro tan pavoroso y tan cruel…! (Pausa)
         Otra causa de las tristezas de Jesús en Getsemaní fueron todos los pecados de los hombres, que en un momento vio y conoció en toda su gravedad y malicia.
         ¡Que horror le causarían las asquerosas imágenes de tantos pecados vergonzosos al través de los siglos!
         Veía acumulada toda la podredumbre de los siglos, precipitándose sobre Él como un torrente de lodo. Jesús veía ante sí ese nauseabundo y abominable lodazal de impurezas, y cada una de ellas llenaba de repugnancia y de asco su Inmaculado y Purísimo Corazón.
         Veíase aplastado bajo el peso de todas las iniquidades de los siglos, y al mismo tiempo bajo el peso de la justicia vengadora de su Padre, que exigía condigna expiación por ellos.
         Veíase como un miserable leproso, cargado de todos los crímenes, hecho maldición, temblando ante la Santidad infinita de su Padre…
         ¡Hermanitas…! Y vio los tuyos; todos los tuyos, y ¡cuánto le repugnaban…! ¡Eran tan feos…! Y ¡Oh amor! cargó con ellos para expiarlos. ¿Los recuerdas? ¿Los ves? ¿Los lloras? (Pausa)
         Nueva tristeza y desolación debió ser para Jesús la seguridad del poco fruto, que los hombres habían de sacar de sus grandes sacrificios.
         Iba a dar la vida por los hombres, y ¿cuál había de ser el fruto de todo ello? El árbol de la vida, plantado por Él y regado por su Divina Sangre, lo ve transformado en árbol de corrupción, con cuyo fruto tragarán la muerte millones de almas.
         Ve las fuentes de vida sobrenatural envenenadas por la herejía y el error, los Sacramentos menospreciados, la túnica de su Iglesia rasgada y manchada, la Eucaristía profanada, su Sangre pisoteada…
         Ve pueblos y naciones, regenerados por su Evangelio y por su Sangre, alejándose de su Corazón, y miles y miles de almas, redimidas por los dolores de su cruento sacrificio, precipitándose en el infierno… Y vio, hermanita amada, almas, que en otro tiempo bebieron en su Divino Costado el néctar suavísimo del amor, almas que fervorosamente le consagraron sus amores en la Alianza, y luego, entibiándose poco a poco, se fueron distanciando, se alejaron primero de la Obra y después de Jesús, y… se perdieron.
         ¡Qué angustia, qué dolor, qué tristeza para Jesús…! (Pausa)
Entonces y hoy

         Una vez en Getsemaní y mil veces en nuevos Getsemaní se reproducen terriblemente los motivos de las tristezas de Jesús.
         Hermanita amada, serenamente recogida, echa una mirada a esta desventurada Nación.
         Hubo tiempo- es testigo la historia- en que fue a modo de un regalado Cenáculo, donde Jesús volcó su Divino Corazón abrasado, enamorado, tiernísimo y misericordioso sobre sus fieles siervos y amados.
         Hoy, ¡con qué amargura lo decimos! Es un solitario y tristísimo Getsemaní, al mismo tiempo que un sangriento Calvario, donde yace Jesús gimiendo entre angustias y tristezas de mortal agonía.
         Ahí se repitan acrecentadas y multiplicadas las terribles escenas de su sacratísima Pasión: amigos cobardes, apóstoles traidores, jueces injustos e hipócritas, potestades inicuas, verdugos inhumanos y crueles y un pueblo engañado, que vocifera el “crucifícales” del pretorio en tumultuosa manifestación… Todo se reproduce; nada falta al espantoso cuadro del Jueves y Viernes Santo.
         Ahí está tu Jesús juzgado, sentenciado y condenado a muerte en asambleas públicas, en mítines populares, en tribunales de leyes, en periódicos y hojas callejeras, en secretos conciliábulos, en simples tertulias de café y encrucijadas de calle…
         Tu Jesús, hermanita, tu Jesús Divino y Amoroso, entregado a la furia de las turbas por hombres, que, conociendo y confesando su inocencia, no han tenido el valor de librarle de sus garras de fiera…
         Tu Jesús abofeteado, escupido, blasfemado, arrojado de su propia casa, pisoteado y arrastrado por las calles, flagelado, mutilado, abrasado en llamas, devorado por los perros y sepultado vivo entre las ruinas del Santuario…
         Tu Jesús, hermanita piadosa, oprimido bajo el peso de todas las iniquidades y crímenes: odios de hermanos, blasfemias, sacrilegios, profanaciones horrorosas, violaciones, obscenidades y aberraciones las más repugnantes de un pueblo que fue, como Jerusalén, popule meus, pueblo suyo, predilecto de su Corazón… Ahí está tu Jesús humillado, aplastado, como vencido y derrotado; sin hogar, sin templo, sin altar, sin amigos, angustiado, hastiado, triste, solo, abandonado y repitiendo mil veces: “Mi alma está triste hasta la muerte”.
         Y tú, hermanita amada, que, por gracia especial, vives dentro de este inmenso Getsemaní, ¿qué haces? ¿No oyes sus amargos gemidos? ¿te parecen lejanos? ¿no te conmueven?
         ¡Oh…! Acércate, hija predilecta de su Divino Corazón; vela ahí, ora, gime y de lo más íntimo de tu corazón repite conmigo: Jesús, tus hijos venimos a consolarte con amor. (Repítase)
         En doloroso Getsemaní se ha trocado la que fue nación predilecta de tu Divino Corazón, y al verte ahí humillado gemir con tristezas de muerte: Jesús, tus hijas venimos a consolarte con amor.
         Las potestades confabuladas han decretado tu muerte y el exterminio de tu Santa Ley, y viéndote por ellas postergado y menospreciado, angustiado y triste hasta la muerte: Jesús, tus hijos venimos a consolarte con amor.
         Las turbas ciegas, seducidas y engañadas, se han desbordado contra Ti y tu Iglesia, desatando su lengua blasfema contra tu santo Nombre; y considerando su desgracia y desventura, y la amargura y dolor, que siente tu amante Corazón: Jesús, tus hijos venimos a consolarte con amor.
         Manos sacrílegas han profanado tu Santuario, arrastrando entre escarnios y mofas infernales la imagen de tu Cruz y de tu Sagrado Corazón; y viendo con espanto tanta desolación, a Ti, Señor, con tanta pena, triste hasta la muerte: Jesús, tus hijos venimos a consolarte con amor.
         Unidos la codicia y el odio han robado, destrozado y arrasado en llamas tus Sagrarios, arrojando entre los escombros el Divino Sacramento de tu amor; y, al escuchar en medio de las ruinas, los ayes de angustia y de tristeza de tu despedazado Corazón: Jesús, tus hijos venimos a consolarte con amor.
         A la vista de tanta iniquidad y de tanta maldad, muchos hijos y amigos tuyos, Señor, permanecen fríos e indiferentes, siguiendo tal vez despreocupados e insensibles la corriente de sus culpables pasatiempos y desahogos. ¡Oh! Viendo tanta indiferencia entre los tuyos y tan pocos amantes de tu Corazón: Jesús, tus hijos venimos a consolarte con amor.
         ¡Oh, sí!; nosotros hemos venido a consolarte, Señor.
         Para amarte y consolarte ha venido tu Alianza al mundo. “Consoladores busqué…” y los has encontrado y asociado en tu Obra predilecta. Y aunque los malos sigan persiguiéndote y los buenos permanezcan en su culpable insensibilidad e indiferencia; nosotras, tus hijas, te seguiremos al destierro y a la soledad de tu Getsemaní. Y hasta que un día una nueva aurora de paz y de amor venga a anunciarnos la fecha venturosa de tu reinado en nuestra patria y en las almas, la Alianza consoladora permanecerá contigo triste hasta la muerte.
         ¡Oh Jesús! Por tu gran piedad, haz que así sea.

Informe médico sobre la Pasión de Cristo

Del libro de Monseñor Fausto Rossi, “Todavía en el Getsemaní, Él busca el amor”, 1986
Recogido de la web católica "tengo sed de ti" con el artículo titulado: Así sufrió

Desde luego leer este informe puede ayudar muchísimo a aumentar nuestra devoción, sobre todo en estas fechas tan próximas a la Semana Santa. A valorar mucho más su AMOR y no desanimarnos en nuestras caídas.

Sábana Santa. Turín.
ASÍ SUFRIÓ

Esta es la descripción de los atroces dolores que Jesús sufrió durante Su Pasión realizada por el gran estudioso francés, el Dr. Jean Barbet, que redactó su investigación a partir de los Evangelios y la Sábana Santa. Podrá ser una eficaz y extraordinaria meditación.
Yo soy sobre todo, un cirujano. Durante mi carrera profesional he estudiado a fondo la anatomía, ya que durante trece años he vivido en compañía de cadáveres practicando autopsias y por mucho tiempo he dado clases. Creo que puedo, por tanto escribir sin exageraciones.

La agonía en el Getsemaní

Jesús, entrando en agonía en el Getsemaní – escribe el evangelista Lucas – oraba cada vez más intensamente. Y comenzó a sudar “como gotas de sangre” que caían hasta la tierra. Es curioso que el único evangelista que reporta el hecho es un médico. Lucas. Y lo hace con la precisión de un médico. El sudar sangre o hematidrosis, es un fenómeno rarísimo que se produce en condiciones excepcionales. Para provocarlo se requiere un estado de postración física, acompañada de una violenta sacudida moral a causa de una profunda emoción o un gran miedo.
Tal tensión extrema produce la ruptura de las finísimas venas capilares que están por debajo de las glándulas sudoríparas y la sangre se mezcla con el sudor que brota y se acumula sobre la piel; después corre por todo el cuerpo hasta caer por tierra. Esto deja la piel del que lo padece sumamente sensible, el más leve roce arranca agudos dolores. Es como si la llaga estuviera por debajo de la piel.
Es el terror, el espanto, la angustia terrible de sentirse cargado de todos los pecados de los hombres lo que deben haber golpeado a Jesús.

La flagelación

Conocemos la farsa del proceso montado por el Sanedrín hebreo, el envío de Jesús a Pilatos y el jugueteo entre el procurador romano y Herodes. Al fin Pilatos ordena la flagelación de Jesús. Los soldados despojan a Jesús de sus vestiduras adheridas a la piel por el sudor de sangre, y sin ningún miramiento lo atan por las muñecas a una columna en el atrio del palacio de la Torre Antonia, donde se hospeda el procurador. Para la flagelación se utilizan los “flagelum”, que son látigos de varias tiras de cuero a cuyo extremo se amarraban dos bolitas de plomo o unos huesecillos que arrancan la piel a cada golpe.
Se sabe que la pena de la flagelación para un romano era máximo 39 azotes (IXL), pero para los no romanos no había límite, muchos morían. Y en este caso ¿a quién le importaba la vida de un pobre loco?
Las marcas en la Sábana de Turín son incontables; la mayor parte de los latigazos está sobre las espaldas, sobre la columna y sobre la región lumbar, aunque también hay sobre el pecho.
Los verdugos para las flagelaciones solían ser dos, uno de cada lado, en el caso de Jesús y por los vestigios de la Sábana Santa deben haber sido de complexión desigual uno alto y el otro más bajo, incluso es posible advertir que uno de ellos fue más cruel que el otro, golpeando en el mismo sitio, mientras que el otro repartió más los golpes. Ellos golpearon sin piedad aquella piel ya alterada por millones de microscópicas hemorragias del sudor de sangre, ellos golpean la piel, se abre y la sangre salpica.
A cada golpe Jesús se estremece en un sobresalto de dolor. Las fuerzas les abandonan: un sudor frío le humedece la frente, la cabeza le gira en un vértigo de nauseas, fuertes temblores le recorren la columna. Si no estuviera amarrado muy en lo alto por los puños, hubiera caído desmayado en un charco de su sangre.

La coronación

Después la burla de la coronación. (Con largas espinas, más duras que las de la acacia) Los soldados tejen una especie de casco, cono un nido de pájaro hecho de espinas y se lo ponen en la cabeza. Las espinas se entierran en el cuero cabelludo y lo hacen sangrar (los médicos saben cuánto sangra el cuero cabelludo).
La Sábana revela además que un fuerte golpe de bastón, dado oblicuamente, dejó sobre la mejilla de Jesús, una horrible herida contusa; la nariz se deformó por una fractura del cartílago.

El camino

Pilatos, después de haber mostrado a aquel hombre destrozado a la masa enfurecida, se lo entregó para la crucifixión. Cargan sobre la espalda de Jesús el grueso y áspero tronco que será el brazo horizontal de la cruz; éste pesa al menos una cincuentena de kilos. El palio vertical esta ya clavado sobre el Calvario. Jesús camina con los pies descalzos, por los caminos irregulares y llenos de pedruscos. Los soldados lo tiran con cuerdas. El recorrido, afortunadamente, no es muy largo, cerca de 600 metros. Jesús camina fatigosamente y tropieza con frecuencia; muy seguido cae sobre las rodillas. Y la espalda de Jesús está abierta de heridas. Cuando él cae por tierra la viga se le resbala y le desgarra la piel del dorso.

La crucifixión

Sobre el Calvario ha iniciado la crucifixión. Los verdugos, desnudan al condenado, pero su túnica se ha metido en las heridas y quitarla es atroz. ¿Alguna vez han quitado la gasa de una herida grande y contusa? ¿No han sufrido ustedes mismos esta prueba que en ocasiones requiere anestesia general? Entonces se podrán dar cuenta de qué se trata.
Cada fibra de tela adherida a la carne viva; al levantar la túnica, se lastiman las terminaciones nerviosas puestas al descubierto por las heridas. Los carniceros dan un jalón violento. Es inexplicable que ese dolor atroz no le provocase un síncope.
La sangre vuelve a brotar; Jesús es tendido de espalda sobre la tierra. Sus heridas se llenan de polvo y arenilla. Lo extienden sobre el brazo horizontal de la cruz. Los verdugos toman las medidas. Hacen un giro con una especie de taladro en el leño para facilitar la penetración de los clavos.
El verdugo toma un clavo (largo y cuadrado de unos 15-22 cm). Lo apoya sobre la muñeca de Jesús, con un golpe seco del martillo lo hunde y lo clava fijamente sobre el leño: ¡horrible suplicio! Jesús debe haber contraído el rostro espantosamente. En el mismo instante su pulgar, con un movimiento violento se encogió sobre la palma de la mano; el nervio mediano fue lesionado. Se puede imaginar aquello que Jesús debe haber sentido: un dolor lacerante, aquel provocado por la herida de gruesos troncos nerviosos. Comúnmente provoca un síncope, al menos hace perder la conciencia. En Jesús no sucedió. Si al menos el nervio hubiese sido cortado por completo ya no tendría sensibilidad, pero en vez de esto el nervio fue destruido sólo en parte: la lesión del tronco nervioso permanece en contacto con el clavo: cuando el cuerpo sea suspendido sobre la cruz, el nervio se tensará fuertemente como una cuerda de violín sobre el puentecillo. Con cada sacudida y cada movimiento, vibrará reavivando los dolores más terribles. Un suplicio que durará tres horas.
El verdugo y su ayudante empuñan el extremo de la viga; levantan a Jesús poniéndolo primero sentado y después en pie; de hecho lo hacen caminar hacia atrás, lo adosan al palio vertical. Después rápidamente fijan el brazo horizontal de la cruz sobre el palo vertical. Las espaldas de la víctima se han frotado dolorosamente sobre el leño rugoso. Las puntas cortantes de la gran corona de espinas han lacerado el cráneo. La cabeza de Jesús debió estar inclinada hacia delante, dado que el casco de espinas le impedía apoyarse en el leño. Cada vez que el condenado levanta la cabeza, reinician los piquetes agudísimos.

Le clavan los pies

Es mediodía. Jesús tiene sed. No ha bebido desde la tarde precedente. Los ligamentos se tensan, el rostro es una máscara de sangre. La boca está semiabierta y el labio inferior comienza a colgar. La garganta, seca, le raspa, pero Él no puede deglutir. Tiene sed. Un soldado le tiende, sobre la punta de la caña, una esponja llena de bebida agridulce, de uso entre los militares. Todo aquello es una tortura atroz.
Un extraño fenómeno se produce en el cuerpo de Jesús. Los músculos de los brazos se ponen rígidos en una contracción que va acentuándose: los músculos deltoides, los bíceps, están tensos e hinchados, los dedos se encorvan. Se trata de un enfermo herido repentinamente de tétanos, en camino a esas horribles crisis que no se pueden describir. Aquello que los médicos llaman tétanos, provoca los calambres, se generalizan: los músculos del abdomen se ponen rígidos en ondas inmóviles; después, los intercostales, los del cuello y los respiratorios. El respiro se hace, poco a poco, más corto. El aire entra con un silbido, pero no logra volver a salir.
Jesús respira con un ápice de los pulmones. Tiene sed de aire: como un asmático en plena crisis, su rostro pálido poco a poco se pone rojo, después se decolora en el violento púrpura y al final verdusco.
Jesús herido de asfixia, se sofoca. Los pulmones, llenos de aire, ya no se pueden vaciar. La frente está brillante de sudor, los ojos salen fuera de las orbitas. ¡Qué dolores tan atroces deben haber martillado su cráneo!
¿Pero qué cosa sucede? Lentamente con un esfuerzo sobrehumano. Jesús ha encontrado un punto de apoyo sobre el clavo de los pies. Haciendo fuerza, y con pequeños empujoncitos, se impulsa aligerando la tracción de los brazos. Los músculos del tórax se distensionan. La respiración se hace más amplia y profunda, los pulmones se vacían y el rostro recupera el pálido primitivo.
¿Para qué este esfuerzo? Porque Jesús quiere hablar: “Padre, perdónales, no saben lo que hacen.”
Después de un instante el cuerpo vuelve a aflojarse y la asfixia vuelve. Fueron registradas siete frases pronunciadas por Él en la cruz; cada vez que quiere hablar, deberá elevarse manteniéndose recto sobre los clavos de los pies; ¡inimaginable el sufrimiento!
Nubes de moscas, gruesas moscas verdes y azules, zumban alrededor de su cuerpo; se le acercan al rostro, pero Él no puede espantarlas. Después de un rato, el cielo oscurece, el sol se esconde; de un golpe la temperatura se baja.
Dentro de poco serán las tres de la tarde. Jesús lucha siempre; de cuando en cuando se levanta para respirar. Es la asfixia periódica del infeliz la que lo acaba. Una tortura que dura tres horas.
Todos los dolores, la sed, los calambres, la asfixia, las vibraciones de los nervios medianos, lo hacen soltar un lamento “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?”
A los pies de la cruz estaba la Madre de Jesús. ¿Pueden imaginar el dolor qué Ella probó?
Jesús grita: “¡Todo está cumplido!”
Después, con una gran voz dice: “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu”.
Y muere.