(Propuesta de meditación para realizar en la Devoción Reparadora de los Cincos primeros sábados de mes después de rezar el Rosario)
¡Oh Corazón Inmaculado de María, generoso y magnánimo como de Reina, amoroso y compasivo como de Madre!: oíd los suspiros del último de vuestros hijos que confiado acude a depositar en Vos los sentimientos y aspiraciones de su alma.
I. Gracias, Corazón bondadosísimo. Vos sois manantial de las divinas bendiciones; de Vos he recibido favores sin número. ¡Y cuántas veces, sin darme cuenta de ello!
Cuando Jesús me redimía en el Calvario, allí estabais Vos, juntando vuestra compasión a sus dolores, y vuestras lágrimas al torrente de su sangre redentora.
Tengo mis delicias junto al sagrario en la Santa Eucaristía; mas ese pan de ángeles es fruto regalado de vuestra sangre y vuestro amor.
¡Oh Corazón dulcísimo de mi Madre!, Vos sois el canal señalado por Dios mismo para distribuir todas sus gracias a los hombres. De Vos recibí aquella inspiración..., aquella fuerza para vencer..., aquel consuelo en mi aflicción.
De vos me vino aquella luz que me mostró el abismo a que corría..., aquella gracia que me movió a dolor de mis pecados... Aquel peligro conjurado..., aquella salud recobrada.., me vinieron de Vos. ¡No tienen número vuestros favores!. ¡Gracias, Corazón dulcísimo, gracias!
II. Y Vos, Corazón compasivo, ¿qué habéis recibido de mi? ¡Oh!, lo sabéis Vos, y yo también lo sé, para confusión mía.
A vuestro amor y ternura he respondido con fría ingratitud. Esa espada que os atraviesa de parte a parte, ¡oh Corazón de María!, os la he clavado yo, hijo ingrato...; y no una, sino muchas veces.
Aquellas miradas..., aquellos sentimientos..., aquellas intenciones inconfesables..., aquella soberbia oculta..., aquella sensualidad..., aquel escándalo.. Que os hubiese ofendido otro menos favorecido de vuestro amor, sería tolerable; pero que os haya disgustado yo, después de pruebas tan elocuentes y repetidas de vuestro amor... ¡Oh Corazón Santísimo de María!, yo me confundo y arrepiento; yo os pagaré amor con amor..., yo arrancaré la espada cruel que os atormenta.
III. ¡Reparación, reparación! Si, os la quiero ofrecer siempre. ¡Os amo tanto! ¡Me duelen tan de veras la ingratitud y las continuas ofensas con que los hombres corresponden a vuestro amor!
¡Oh Corazón dulcisímo de María!, la espada cruel que os atraviesa nos habla de la pasión y muerte de Jesús y de los pecados de los hombres que os colman de amargura; pero desde hoy yo he de consolaros. Bendecid mis resoluciones. Yo amaré siempre a Jesús, para que no se pierda en mi el fruto de su sangre...; yo os prometo morir antes que pecar, porque no quiero renovar vuestros dolores...; yo pensaré en Vos, por los que os olvidan...; os alabaré por los que os blasfeman; yo os amaré con todas las fuerzas de mi alma...
Por vuestro amor, ¡oh Corazón Inmaculado!, me apartaré de aquella ocasión..., mortificaré mis sentidos...; haré que mis ojos, mis oídos, mi lengua, mis manos..., imiten vuestros ejemplos de modestia, de caridad, de servicialidad...
¡Oh Corazón de mi Madre!, para reparar las injurias que los hombres os hacen, me impondré entre día algunos pequeños sacrificios..., os ofreceré diariamente el rezo del Santo Rosario..., os consagraré los primeros sábados de mes, comulgando fervorosamente en honor vuestro...
IV. Y tengo que pediros nuevos favores, ¡oh Corazón dulcísimo! Os lo expongo con plenísima confianza de obtenerlos, si convienen a mi eterna salvación. ¿No dijo vuestro Jesús: "Pídeme por el Corazón de mi Madre, y alcanzarás cuanto deseas"? Pues concededme que no vuelva a caer en el pecado...; que os ame en todos los instantes de mi vida...; que al acabarse este destierro, me llevéis a gozar de vuestras ternuras en el cielo...
Corazón dulcísimo de María, Vos me habéis de salvar...; yo recojo vuestra regaladísima promesa de asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para salvarse a cuantos hayan comulgado cinco primeros sábados de mes seguidos. Yo os daré ese consuelo, y confío en vuestra bondad y ternura.
Y ahora, ¡oh Corazón Inmaculado!, Vos conocéis mi debilidad...; dadme fuerza para vencer aquella dificultad...; para cortar con tal ocasión... Alcanzadme esa virtud que Jesús me pide hace tanto tiempo... Y el asunto que llevo entre manos.., y la preocupación que conocéis..., arregladlo todo para mayor gloria de Dios.
Os pido por mis padres, hermanos, amigos (por aquel especialmente que anda alejado de Dios)..., por la conversión de todos los pecadores, por la perseverancia de los justos, por el alivio de mis queridos difuntos..., por los sacerdotes, para que sean santos, por los misioneros...
Corazón bondadosísimo, dadme Vos mismo las gracias que sabéis serme necesarias...
V. Despedida. ¡Qué dulce es, María, gozar de tu amor! ¡Qué hermoso y qué tierno tu gran Corazón! ¡Y qué bien se está a vuestro lado! Pero tengo que irme: me llaman mis obligaciones. ¡Corazón amantísimo de mi Madre! Me voy, pero quiero dejar mi corazón aquí a vuestro lado, encerrado en vuestro seno amoroso... A lo largo del día volverán a Vos mi recuerdo y los afectos de mi alma... Cuanto antes pueda volveré con algún pequeño obsequio practicado en vuestro honor, con algún pequeño sacrificio amorosamente aceptado en reparación de las injurias que se os hacen.
¡Oh Corazón de mi tierna Madre, adiós! Haced que sienta durante el día vuestra protección y vuestro amor. Ahora, recibid todo entero el del último de vuestros hijos... ¡Adiós!